lunes, 5 de agosto de 2024

La Evolución de la Educación en un mundo Hiperconectado: Un Viaje hacia la Neuroeducación

 Por: María Gladys Pacheco Rojas 

Docente de Lenguaje y comunicación 

Magister en Artes con Mención en Dirección teatral





La educación se erige como un pilar fundamental en el progreso y desarrollo de todas las sociedades. A lo largo de la historia, ha sido el faro que guía el camino hacia la transformación social, la equidad y el crecimiento colectivo. Desde los inicios de la civilización hasta la era digital, esta ha sido la base sobre la cual se edifican los cimientos del conocimiento, la comprensión y la sabiduría. Es por ello, que los pedagogos, durante décadas, han buscado constantemente formas de mejorar el proceso de aprendizaje de sus estudiantes, ya que esta profesión en devenir constante, claramente debe atender las necesidades subyacentes a cada generación correspondiente a cada época; pues si el mundo cambia y se transforma, la educación también debería hacerlo.


Ahora bien, en los últimos años, ha surgido un campo de estudio fascinante llamado Neuroeducación, que combina la neurociencia y la educación para comprender cómo funciona el cerebro durante el aprendizaje y cómo utilizar este conocimiento para optimizar los métodos educativos. Pero,  ¿Por qué debemos traer a colación este tema en la reflexión sobre la práctica pedagógica? Para contestar esta pregunta, es importante inicialmente entender que la “Neuroeducación es tomar ventaja de los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro integrados con la psicología, la sociología y la medicina en un intento de mejorar y potenciar tanto los procesos de aprendizaje y memoria de los estudiantes como enseñar mejor en los profesores.” (Mora, 2014, p. 15) Hablar de esta disciplina entonces, es plantearnos un cuestionamiento, sobre cómo el estudio del cerebro y el entendimiento de su funcionamiento, puede ayudarnos a los docentes a emplear mejor nuestros procesos de enseñanza y aprendizaje e intentar obtener mejores resultados con nuestros alumnos. 


De esta manera, La neuroeducación se basa en el principio de analizar el funcionamiento del cerebro, y de qué forma esto, puede ayudar a los educadores, a diseñar estrategias más efectivas para la enseñanza, ¿Pero cuáles son esos principios claves de la neuroeducación qué nos permiten a nosotros los profesores, gestionar mejor nuestras prácticas educativas? Bueno, a continuación nombraremos algunos de ellos y explicaremos someramente su función e importancia para el ámbito pedagógico.


Aprendizaje multisensorial: El cerebro humano está diseñado para procesar información a través de múltiples sentidos. La neuroeducación aboga por la integración de actividades y materiales que estimulen los sentidos, como la vista, el oído y el tacto, para facilitar un aprendizaje más significativo y duradero.



Emoción y aprendizaje: La emoción desempeña un papel crucial en el proceso de aprendizaje. Reconocer la importancia de crear un entorno emocionalmente seguro y positivo logra promover la motivación, la atención y el compromiso de los estudiantes.



Individualización: Cada cerebro es único, y la neuroeducación reconoce la importancia de adaptar los métodos de enseñanza a las necesidades individuales de los estudiantes. Al comprender las diferencias en el funcionamiento cerebral, los educadores pueden personalizar el aprendizaje y proporcionar un apoyo específico a cada estudiante.



Metacognición: La metacognición se refiere a la capacidad de reflexionar y controlar nuestros propios procesos de pensamiento. Fomentar el desarrollo de habilidades metacognitivas en los estudiantes, les ayuda a comprender cómo aprenden y cómo pueden mejorar sus estrategias de estudio.



De acuerdo con lo anterior, entender que en este mundo hiperconectado y en constante evolución, el panorama educativo se ha transformado drásticamente, nos permite encontrar en estos principios de la neuroeducación, una reflexión pedagógica actual, que instala la importancia de la búsqueda de un aprendizaje efectivo, certero, y duradero en el tiempo, donde se favorece la integración de nuevos conocimientos y el acceso al campo educativo y tecnológico. 



La rápida adopción de tecnologías digitales y las nuevas formas de comunicación han revolucionado el estilo en que aprendemos y enseñamos. De este modo, darnos la oportunidad de comprender la importancia del papel de la educación en esta era digital, es esencial para preparar a los estudiantes sobre los desafíos del siglo XXI. Para ello, es necesario examinar cómo la educación ha evolucionado a lo largo del tiempo y cómo las nuevas formas de comunicación han influido en el modo en que procesamos y compartimos el conocimiento. En este contexto, los avances en la neuroeducación han abierto una ventana fascinante hacia el funcionamiento del cerebro de las nuevas generaciones. Hoy, estudios en neurociencia nos permiten descubrir cómo el cerebro de los estudiantes responde a los estímulos educativos y cómo podemos optimizar el aprendizaje para un desarrollo integral. 


A través de este viaje hacia la neuroeducación, buscamos profundizar en el método en que la educación puede adaptarse y responder de manera efectiva a los desafíos y oportunidades que nos presenta este mundo en constante cambio, descubriendo cómo las intersecciones entre la tecnología, la comunicación y la neurociencia, nos brindan una visión enriquecedora para formar ciudadanos del futuro preparados para enfrentar los retos que les depara el mundo digital.




El Rol del docente en el mundo digital: Una metamorfosis, hacia un profesor Jirafa.


Para iniciar reflexionando sobre cómo hemos llevado a cabo nuestras prácticas pedagógicas y de qué manera podemos mejorarlas, es imprescindible aquí, volver al tema de la neuroeducación y la importancia que su estudio toma para la enseñanza y el aprendizaje. Es por ello, que lo primero que mencionaremos, es que a pesar de que el término “Neuroeducación” no es algo nuevo, son muchos los educadores que en la actualidad aún desconocen el significado que lo precede y el aporte que la neurociencia ha realizado al ámbito educativo. Aún así, desde que apareció esta especialidad (La neurociencia), se fue transversalizando con otros campos del conocimiento, y en cuanto a la educación, se nos ha mostrado su intervención, desde la preocupación por que “(…) todo agente educativo conozca y entienda cómo aprende el cerebro, cómo procesa la información, cómo controla las emociones, los sentimientos, los estados conductuales, o cómo es frágil frente a determinados estímulos” (Campos, 2010) Por tanto, conocer la forma en que funciona el cerebro para partir de allí en los procesos de enseñanza, desde esta perspectiva, es  la preocupación de algunos docentes que basamos nuestra  pedagogía desde un enfoque neurocientífico, puesto qué tal como lo menciona Francisco Mora en su entrevista completa: Somos lo que la educación hace de nosotros: “Intentar enseñar sin conocer cómo funciona el cerebro, será  algo así como intentar diseñar un guante sin nunca antes haber visto una mano.” (Mora, 2018) Es decir, si nosotros como docentes no podemos entender el funcionamiento del cerebro y los procesos que éste realiza al aprender, de la misma forma,  no podremos  saber cuáles son las mejores estrategias metodológicas para poder enseñar a nuestros estudiantes cualquier conocimiento o concepto de determinada asignatura.



Dicho esto, entender cómo funciona el cerebro de nuestros educandos no es una tarea fácil, pues cada cerebro se desarrolla como un mundo particular, en un universo de especificidades que es el aula de clases. Evidentemente, al enfrentarnos a la multiplicidad y variedad que existe en las salas, sobre todo en la educación municipal en Chile, donde la cantidad de estudiantes es considerable, nos da para pensar que esta labor titánica, es algo así como una misión imposible. Aunque, cuando fijamos nuestra mirada en los panoramas que nos da la neuroeducación, podemos entender que quizá existe un bosquejo esperanzador que nos puede dar herramientas para facilitar los procesos educativos. De cualquier modo, al enfrentarnos a este supuesto, lógicamente nos surgen diferentes interrogantes como: ¿Cuáles son las mejores estrategias pedagógicas para hacer que nuestros estudiantes aprendan? O, ¿Estamos generando, nosotros los docentes, una motivación real en los educandos para que sean ellos los que decidan aprender los conceptos de nuestras asignaturas?. En definitiva, lo más complejo de todo este panorama, desde nuestra mirada, parte desde el cambio de perspectiva que se debe hacer para  generar un proceso de introspección, sobre nuestra responsabilidad y el protagonismo que obtiene nuestro rol para entender las limitaciones que surgen en la metodología, analizando la forma en que estamos llevando a cabo la enseñanza y las carencias que pueden haber en nuestras prácticas pedagógicas. 



Con referencia a lo anterior, y luego de cuestionarnos y partir de una reflexión sobre nuestros mecanismos de trabajo, ahora debemos centrarnos en que tenemos que hacer para poner en marcha un plan educativo desde la neuroeducación basado en el uso de la tecnología, puesto que, es determinante mencionar que la principal preocupación debería ser de qué manera funciona el cerebro de nuestros estudiantes con relación al vínculo que tienen con lo digital, partiendo de allí y estableciendo la forma en que podremos realizar nuestras planificaciones educativas, considerando todas las posibilidades aportadas desde la ciencia y la tecnología, que están enfocadas en el aprendizaje. El papel del docente entonces, tiene que ver con promover la motivación y la estimulación constante para que los estudiantes logren proponer múltiples vínculos neuronales, en ese proceso de enseñanza y aprendizaje que se da en una clase.


Ahora bien, en un mundo hiperconectado, donde las nuevas formas de comunicación han redefinido la interacción entre docentes y estudiantes, comprender cómo funciona el cerebro de las nuevas generaciones se convierte en un factor crucial para potenciar los procesos educativos, ya que la forma de motivación de los estudiantes en la actualidad, no es la misma que hace 10 años. Así, la educación basada en la neurociencia busca responder a las exigencias mentales de los estudiantes en un entorno marcado por la tecnología y las nuevas formas de comunicación, y es entera responsabilidad del docente, responder e integrarse en esta realidad ineludible a la que está sometida la educación del siglo XXI.


Nuestra atención se vuelca entonces, en cómo el docente debe generar experiencias pedagógicas que logren originar una motivación constante en los estudiantes, haciendo que estos activen sus neuronas y desarrollen así, diversas conexiones, ya que  “(…) si la neurona está activa, la conexión se mantiene, y entonces empieza ensayar la utilidad de dicha conexión. Esto significa que un cerebro convenientemente estimulado, con más neuronas activas, terminará desarrollando más conexiones que otro que no reciba suficiente estimulación.” (Bueno, 2016, p.84) Por tanto, hablamos de una educación enfocada en la estimulación y en la activación neuronal, que logre captar la atención del alumnado usando sus intereses como punto de partida, porque está más que claro que si un aprendiz no es capaz de despertar un interés por lo que se le está explicando, no podrá aprenderlo bajo ninguna circunstancia. Bien lo decía Francisco Mora en su libro de Neuroeducación, cuando planteaba el rol docente como el potenciador máximo del interés frente al conocimiento del estudiante. “Hoy comenzamos a saber que nadie puede aprender nada, y menos de una manera abstracta, a menos que aquello que se vaya a aprender le motive, le diga algo, posea algún significado que encienda su curiosidad. Para aprender se requiere ese estímulo inicial que resulte interesante y nuevo” (Mora, 2016, p.20)



Retomando la anterior cita, se podría decir que, al aprender se necesita un interés verdadero,  focalizar la atención de los estudiantes e invitarlos a la curiosidad. Todo esto se ve reflejado en la analogía del “profesor jirafa”. Para entender a más profundidad este concepto, parafrasearé la anécdota de Francisco Mora en su apartado: Una jirafa en el aula: Curiosidad. Mora plantea qué si al  aula de clases llegase una jirafa e irrumpiera en el lugar donde se está desarrollando la actividad académica, todos los estudiantes tendrían su foco de atención en el animal, y perderían completamente el interés en la clase que están recibiendo. Explicado en otras palabras, la aparición de la jirafa tiene que ver con la ruptura de la cotidianidad, la posibilidad a la novedad y por qué no,  el quiebre de esquemas pedagógicos, donde el docente tendrá que recurrir a la creatividad y a la creación de diversas estrategias que permitan llamar o captar la atención de sus estudiantes en el aula, o sea, el profesor deberá convertirse en ese elemento distintivo que hace que las aulas se transforman en un lugar motivador, interesante, llamativo y lleno de eventos inesperados. El docente deberá transformarse en jirafa y hacer que sus estudiantes vuelquen en él toda su atención (Mora, 2016, p. 41)



Entonces, si analizamos este último punto, podríamos preguntarnos ¿Debemos competir con la tecnología, por la atención de nuestros estudiantes? En la actualidad, muchos docentes enfrentan un temor comprensible respecto al uso de la tecnología en el aula. Este temor surge, en gran medida, debido al desconocimiento que existe sobre cómo integrarla de manera efectiva como un recurso pedagógico y didáctico en su enseñanza. La rapidez con la que la tecnología avanza y se adapta constantemente puede resultar abrumadora para aquellos educadores que no se sienten familiarizados con las herramientas digitales. Además, la falta de capacitación y formación adecuada en tecnología educativa, contribuye a la inseguridad y la reticencia a incorporar estas herramientas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Efectivamente, estamos frente a un arma de doble filo, algo que podría ser utilizado de buena manera para el aprendizaje, o, algo que podría resultar nefasto para el desarrollo de una clase. Pero, ¿Por qué sólo vemos  el lado negativo de la tecnología en el aula de clase? La satanización de las herramientas tecnológicas por parte de muchos docentes que desconocen las posibilidades que tienen en el aula de clase, han llevado a prohibir en muchos institutos educativos su uso, y con ello han generado la brecha enorme que hoy existe en la escuela, donde el mensaje que se instala, es que los dispositivos tecnológicos generan distracción y van en contra del proceso educativo presentado por el docente, promoviendo a su vez, una rivalidad entre el educador y el dispositivo tecnológico. Sin embargo, es importante destacar que superar este temor y adquirir un mayor conocimiento sobre cómo aprovechar la tecnología de manera creativa y significativa puede abrir un mundo de posibilidades para enriquecer la experiencia educativa y brindar nuevas oportunidades de aprendizaje a los estudiantes, pues es labor del docente generar una motivación y brindarle al estudiante la capacitación correcta para enfrentarse al dispositivo viéndolo como un instrumento de aprendizaje.


En la Escuela Polonia Gutiérrez Caballería, el enfoque del "profesor jirafa" ha sido fundamental para transformar la experiencia educativa en el curso de sexto básico en la asignatura de Lenguaje y Comunicación. Este enfoque, basado en los principios de la neuroeducación, se centra en captar y mantener la atención de los estudiantes mediante la creación de entornos de aprendizaje estimulantes y emocionalmente seguros. Un ejemplo específico de esta metodología fue el uso de la narración de cuentos interactivos. Los estudiantes no solo escuchaban y leían historias, sino que también participaban en dramatizaciones, utilizando disfraces y accesorios para representar personajes y eventos. Esta actividad multisensorial no solo estimuló diversos sentidos, sino que también fomentó la conexión emocional con el contenido, haciendo que el aprendizaje fuera más significativo y memorable. La combinación de lo visual, auditivo y kinestésico permitió que los estudiantes formaran conexiones neuronales más sólidas, mejorando la retención de la información.

Otro ejemplo del "profesor jirafa" en acción fue la implementación de proyectos colaborativos utilizando herramientas digitales. Los estudiantes trabajaron en grupos para crear presentaciones multimedia sobre temas relacionados con la literatura chilena. Utilizando tabletas y aplicaciones como Canva y Google Slides, los estudiantes investigaron, diseñaron y presentaron sus proyectos, integrando textos, imágenes y videos. Esta actividad no solo promovió el aprendizaje colaborativo y el desarrollo de habilidades tecnológicas, sino que también aprovechó el interés de los estudiantes por la tecnología para mantenerlos motivados y comprometidos. La capacidad de personalizar y controlar sus propios proyectos permitió a los alumnos experimentar una sensación de autonomía y logro, lo cual es crucial para la motivación intrínseca y el aprendizaje profundo según la neuroeducación. De esta manera, el "profesor jirafa" no solo se adapta a las necesidades de los estudiantes, sino que también convierte cada lección en una experiencia dinámica y atractiva, potenciando el aprendizaje a través de la estimulación y la emoción.



En concreto, la motivación es clave a la hora de generar el proceso de aprendizaje de cualquier concepto o habilidad, y es el docente el encargado de generar dicha motivación a través de sus prácticas pedagógicas, las cuales, de una u otra manera, deben responder a los intereses de sus estudiantes para que ellos generen un vínculo entre lo que están aprendiendo y de qué manera podría servirles en su día día. De igual forma, la relación entre el estudiante y el profesor y el vínculo que estos puedan crear se hace imprescindible. La neurociencia,  en este aspecto, ha hablado y nos ha mostrado que para que exista un aprendizaje efectivo debe haber una disposición al conocimiento, pues en palabras de Francisco Mora “sólo se aprende lo que se ama” (Mora, 2016) Verbigracia, no se puede hablar de un aprendizaje sin la emoción, y si hay una emoción negativa al comienzo de un proceso de activación, el impacto de esta situación hará que el cerebro genere niveles elevados de cortisol que promoverán el estrés, la irritación cerebral,  y esto detonará en un gran impedimento a la hora adquirir un conocimiento nuevo o fortalecer uno anterior.



En síntesis, cuando mencionamos el rol del docente,  hablamos qué éste debe ser, aquel capaz de explicar el tema más aburrido del mundo y hacerlo interesante para sus alumnos, el que no temen vincularse de forma emocional con los estudiantes, haciendo que estos observen el aprendizaje como un diálogo e intercambio de ideas que no sólo favorecen la adquisición de conocimientos, sino que también establece relaciones interpersonales entre las partes participantes, generando un contexto real y vinculándolo con el diario vivir. Un profesor Jirafa, debe ser alguien que logre contextualizar el conocimiento y hacer que este sea atractivo para el estudiante, ya que, “En el momento en que incorporamos un contexto que sea significativo, el propio individuo, el propio niño, el propio adolescente, relaciona el nuevo aprendizaje con todo aquel contexto vital para el, y eso le activa más zonas del cerebro,  lo que implica que lo que haya aprendido, sea lo que sea, quedará mejor implantado y lo podrá usar con mucha más eficiencia.” (Bueno, 2017) De cualquier forma, entender la motivación del estudiante a la hora de vincularse de forma directa con la asignatura implementada por el docente, nos permite a nosotros reflexionar sobre las metodologías que se están empleando y si estas son o no adecuadas para el tipo de estudiantes que tenemos y para los intereses que estos presentan de acuerdo con su contexto. En conclusión, hablar de una educación actual basada en la neurociencia, es lograr plantearse si como docentes estamos siendo maestros jirafas o seguimos siendo parte de la monotonía educativa que no permite que la educación avance en aras de un mejor porvenir, el cual debería responder a las exigencias mentales de nuestros estudiantes, inmersos en un contexto permeado por la tecnología y los diferentes mecanismos de comunicación actual.



Referencias bibliográficas





  • Bueno, D. (2016). Cerebroflexia, El arte de construir el cerebro. Barcelona: Plataforma.




  • Mora, F.  (2017) Neuroeducación: Sólo se aprende lo que se ama. España: Alianza Editorial.


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